Un aplauso apremiante para María”, pidió su padre, en el 50 aniversario de la empresa. María ha jugado un papel crucial al ir cuidadosamente transformando a su familia de un ambiente de conflicto entre generaciones, a ser una familia empresaria alineada y comprometida con una visión compartida. Su influencia ha sido progresiva, tejiendo nuevos estilos de comunicación, escucha y gestión de conflictos a lo largo del tiempo.
Cuando tenía alrededor de 20 años, María comenzó a darse cuenta de que las cosas en la empresa familiar debían cambiar drásticamente si querían perdurar. Ella sabía que alguien tenía que trabajar para mejorar la relación con sus primos, con quienes llevaban una relación distante. En general, existía un conflicto latente entre los familiares.
María comprendió la importancia de contar con un líder que tomara la iniciativa y lograra unir y resaltar el potencial de todos. Se debían construir puentes entre ellos, crear lazos estables y resistentes que fueran capaces de sobrevivir el paso del tiempo.
María adoptó ese papel al que llamaré ‘arquitecto familiar’: un catalizador visionario, que juega un rol fundamental, arraigado en valores sólidos, que transforma vínculos y estrecha relaciones. Este héroe o heroína es capaz de inspirar, guiar y mantener a la familia empresaria alineada hacia sus metas compartidas. Tiene el poder de llevar el hilo conductor para entretejer una narrativa de crecimiento, cohesión y éxito con su mirada en el mañana, escuchando y desarrollando a la familia propietaria para que cada uno desempeñe su papel de forma responsable y comprometida.
El arquitecto convierte en acción su visión: diseña los planos de construcción haciendo un estudio del suelo para conocer en donde están parados, hace un cálculo estructural de los cambios que se necesitan, apoya al intervenir en la solución de conflictos, acompaña cuando encuentra resistencia al cambio, asegura los cimientos y da el soporte y anclaje que llegarán a sostener la obra por futuras generaciones.
Comprende la importancia de mejorar la comunicación a través de mensajes directos pero cuidadosos. Es alguien que tiene buenas habilidades sociales y entiende sobre relaciones. Sabe escuchar e integrar distintos puntos de vista y se compromete responsablemente a lograr un cambio. Por su naturaleza, es una persona que se ha ganado la confianza y que guía con una opinión siempre objetiva.
María no presidía formalmente al Consejo Familiar, sin embargo, en las reuniones invitaba a participar con preguntas inspiradoras y cuestionaba sobre la forma y el porqué de hacer las cosas. Así fue elevando la forma de interactuar y pensar. Tenía un deseo insaciable por querer aprender más y desarrollarse para tomar con seriedad su rol como propietaria.
Lo más común es que esta persona tome ese rol por sí misma, automotivada, surgiendo de un interés genuino por aportar, de forma silenciosa, pero con una visión cabal, para que la familia se convierta en una verdadera ventaja competitiva de la empresa.
Las empresas familiares exitosas tienen una gran variedad de liderazgos complementarios y vemos siempre presentes dos figuras: el que está al frente del negocio y el catalizador que logra alinear a la familia. Este arquitecto traduce su visión en acciones tangibles; su presencia abona resultados a largo plazo. Va pavimentando el camino, pues con el tiempo se verá un crecimiento financiero y una cohesión familiar como motor de fuerza estratégica.
La ausencia de cualquiera de estos dos líderes esenciales da lugar a la falta de dirección, confusión de objetivos y desacuerdos en la toma de decisiones, generando una explosión de tensiones familiares que suelen ser el motivo principal por el que las empresas familiares fracasan.
Cada familia tiene retos por enfrentar y en ocasiones es difícil involucrar a todos los integrantes, pues no siempre se reconoce la importancia y la responsabilidad que conlleva el ser propietario. Sin embargo, el arquitecto familiar es pieza clave para integrar y guiar a la familia en cómo trabajar en equipo y cómo comunicarse para construir un puente hacia la continuidad.
Lograr esto no es tarea fácil ni rápida, se requiere invertir esfuerzos –en su mayoría invisibles y con efecto silencioso a corto plazo– pero el eco de estos esfuerzos será el “efecto mariposa” que desencadenará el cambio visible y perdurable.
El rol de María fue tan importante que la familia decidió contratarla con una compensación mensual, para continuar con su labor –ahora reconocida y formal– de ayuda a la familia para construir en pro del éxito. El apremiante aplauso concluyó en una ovación de pie por todos los presentes. ¡Honor a quien honor merece!
Artículo originalmente publicado en la Revista LEGADO, edición abril 2024.
SOBRE LA AUTORA
Dunia Guzmán es Profesora en la Escuela de Negocios del Tecnológico de Monterrey y Consultora de la firma Akator.
Tal vez te puede interesar: