Las entidades familiares podrán sobrevivir las turbulencias a través de una buena planeación e institucionalización del negocio. ¿Pueden tener un Plan B? La respuesta es sí. No hay solamente una solución, pero sí una baraja de distintas opciones.
Una mañana fría de México, escuchaba a Roberto (el nombre ha sido cambiado para efectos del presente artículo), quien me contaba la historia de su familia. Hace 20 años gozaban de bonanza, pero las cosas han ido en picada. Salvo algunos activos fijos, la empresa familiar se encuentra prácticamente en la quiebra, lo cual ha generado serios problemas de liquidez a Roberto y su familia.
La historia de Roberto es más común de lo que uno imagina, todos conocemos el dicho de “padre rico, hijo noble, nieto mendigo”. Lo curioso es que dicho adagio existe en varias culturas: en inglés sería “de zuecos a zuecos en tres generaciones” (clogs to clogs in three generations), haciendo referencia a zapatos usados por la clase obrera en el norte de Inglaterra; en China sería “la riqueza no sobrevive tres generaciones”; en Italia “de los establos a las estrellas y luego a los establos” y en Japón “la tercera generación arruina la casa”.
Los proverbios anteriores son claros, el estigma de la pérdida de la riqueza en tres generaciones es un tema mundial. Las principales causas han sido estudiadas: falta de confianza y problemas de comunicación; falta de preparación de los herederos; falta de una misión familiar entre otras causas (Roy Williams y Vic Pressier).
No obstante, la realidad es muy compleja, adjudicar el declive de la riqueza familiar a una sola causa sería simplista. Por lo general, estos problemas son el resultado de varias situaciones conjuntas. Tal es el caso de Roberto: una mayor competencia en el mercado; enfermedades y muertes de familiares que desempeñaban un papel clave en la estructura familiar; y subsecuentes problemas intrafamiliares.
En general, las entidades familiares podrán sobrevivir las turbulencias a través de una buena planeación e institucionalización del negocio. No obstante, este proceso dura años, y suele necesitar de un acuerdo intergeneracional. Aún así, nadie se encuentra ajeno a la mala suerte. Cabe entonces la pregunta: ¿pueden tener un Plan B? La respuesta es sí. No hay solamente una solución, pero sí una baraja de distintas opciones.
A continuación, menciono los principales consejos para afrontar las adversidades:
- Separar los activos personales de los corporativos. Una clara separación a fin de cubrir un contagio de problemáticas corporativas a los activos personales (p.ej. reclamos de acreedores, sean privados o públicos).
- Crear un fondo de emergencia. Tener un fondo de emergencia puede ser la diferencia entre la sobrevivencia y la extinción del patrimonio familiar. La clave está en mantener una disciplina en las directrices del fondo: (i) montos de aportaciones (del 3% al 10% del ingreso neto), (ii) frecuencia de desembolso (mensual, trimestral, anual); (iii) claridad en su uso; e (iv) inversión del fondo (combinación entre renta fija y variable).
- Seguros. México tiene uno de los más bajos índices de penetración de seguros en la OECD. Bien lo dice el viejo refrán “los duelos con pan son menos”. Los seguros proveen liquidez en los momentos más difíciles. En México, como en el extranjero, los productos se han sofisticado de manera tal que se pueden hacer trajes a la medida de las necesidades de cada familia. Más aún, el seguro puede usarse como planeación: ecualización de herencia, compra de acciones del negocio familiar, etc.
- Diversificación. Se le atribuye al Premio Nobel Harry Markowitz la frase de “la diversificación es el único almuerzo gratis”, misma que aplica también para nuestros planes de contingencia. La especialización puede ser el éxito de la empresa familiar, pero es importante que tanto el fondo de emergencia y, en su caso, los activos en que invierta su seguro no tengan una correlación directa al negocio familiar: ya sea por una diversificación geográfica o de mercado.
Las recomendaciones antes mencionadas son concomitantes y una buena planeación y estrategia fiscal pueden ayudar a optimizarlas. Por ejemplo, la estructura legal que elija para su fondo de emergencia podría ayudar a un diferimiento fiscal conforme a la ley. De igual forma, la póliza de su seguro, o los activos del fondo de contingencia, pueden usarse como garantías para un crédito, a fin de evitar un impacto fiscal negativo. La planeación a través de buenos asesores fiscales y patrimoniales siempre serán una gran ventaja, y a la larga generarán un ahorro.
No hay un plan infalible, pero un “Plan B” aumenta exponencialmente las probabilidades de sobrevivencia del legado familiar. Desafortunadamente, la familia de Roberto tuvo que aprender en carne propia la falta de dicho Plan; seguramente él lo tendrá en cuenta en la construcción de su patrimonio para las próximas generaciones y espero que usted, querido lector, también.
Artículo publicado en la revista LEGADO, edición abril 2023
SOBRE EL AUTOR
César Castorena es Responsable de Planificación Patrimonial y Asesoría en Filantropía para México y América Latina en Bank Julius Baer & Co. Ltd.