Cuando nos acercamos a la mitad del camino de nuestra vida, nos podemos enfrentar a momentos de reflexión que nos inquietan por sentirnos retados en el uso de nuevos descubrimientos tecnológicos, o sorprendidos porque el lenguaje ha cambiado un poco y resulta complicado entender todo lo que estimula nuestros sentidos. Mi amigo JAG diría que nos debemos considerar cronológicamente sofisticados, y la sofisticación tiene un costo pero también un gran valor.
Entendemos el presente porque tenemos pasado, y queremos estar preparados para vivir el futuro de la mejor manera. Si hoy disfrutamos de nuestros triunfos y fracasos, fue gracias a lo que hicieron nuestros antecesores; nuestros actos han definido, para bien y para mal, la situación actual, con su evolución digital, el cambio climático, la diversidad e inclusión, el desorden geopolítico, etc., de tal manera que tenemos la gran responsabilidad de “arreglarlo” con y para las siguientes generaciones.
No nos permitamos perder nuestra capacidad humana de sorprendernos y tengamos siempre la mente abierta para entender y reconocer que uniendo diferentes perspectivas y competencias lograremos optimizar el beneficio de “provocar la chispa mágica” de la experiencia de la sabiduría, con la curiosidad de las nuevas generaciones.