En las últimas décadas, las élites empresariales del siglo XXI han vivido un proceso de metamorfosis entre los perfiles empresariales clásicos que crearon instituciones extractivas centradas en la acumulación de capital económico y la generación de riqueza, y los nuevos perfiles de empresarios donde se antepone, además, una cultura responsable y comprometida socialmente.
Esta nueva generación de empresarios no surge de manera espontánea, sino que es fruto de la herencia y el legado de sus antecesores. Muchos empresarios se convirtieron en personas icónicas y de gran prestigio social; empresarios con una alta conciencia de legado que se convirtió en cultura intergeneracional; empresarios fieles al gran sentido de compromiso social heredado de sus antepasados que siempre creyó en sus habilidades de liderazgo, emprendimiento y que asumió la responsabilidad de enfrentar los problemas de cada momento histórico.
Un empresariado que sabe que tiene un propósito implícito en su quehacer, que forma indudablemente parte del ADN de las empresas y que se traduce en dejar una huella e ir más allá de la creación de riqueza.
Esta conciencia de responsabilidad derivó, en una primera etapa ya muy consolidada, en el desarrollo de una filantropía de segundo piso cuyo fruto fue la proliferación de Fundaciones Empresariales y la creación de las áreas de Responsabilidad Social.
Sin embargo, estamos ante una nueva etapa en la que podemos hablar desde hace varios años, del surgimiento de una filantropía de tercer piso donde el foco no está puesto en ser una banca de segundo piso que proporcione únicamente recursos materiales o financieros sino que, además, está enfocado en crear estructuras e impulsar iniciativas que generen cambios sociales de raíz y de largo alcance, que potencien la creación de una conciencia de compromiso con el desarrollo socio-político, el desarrollo de competencias de ciudadanía activa y participativa, y de conciencia medioambiental.
Esto es posible debido a que esta nueva generación es capaz de capitalizar su capacidad de liderazgo como agentes de cambio social y su potencial de influencia, además de consolidar alianzas con todos los actores sociales: gobierno y sociedad civil. Tienen claro que la clave del éxito y de la prosperidad está en implementar iniciativas inclusivas que integren a un número cada vez mayor de individuos e instituciones en los procesos de gobernanza y participación.
Cabe señalar tener en cuenta algunos retos importantes en el campo de la filantropía. Uno de ellos es que todavía permanece en el imaginario colectivo de muchos países y/o regiones la idea de que las élites empresariales tienen la solución a las problemáticas.
La expectativa social respecto a este papel del empresariado se pudiera llegar a tornar en un arma de doble filo: por un lado, un empresariado que busca cubrir esas expectativas sociales como lo hicieron a lo largo de la historia, y por otro, una población exigente ante el imperativo de que los empresarios lo deben hacer porque siempre lo han hecho o porque tienen recursos y, por lo tanto, se refuerza el paternalismo y la pasividad ciudadana.
Otro de los retos es la necesidad de revisar el tipo de cohesión social que existe al interior del empresariado, aspecto fundamental en el mundo de los negocios pero que no siempre es positivo debido a que pudiera ser un elemento de exclusión hacia otros actores sociales, además de una forma de imposición de un sistema de valores determinado y una centralización del poder. La circulación de las élites es todavía un hecho que no se da fácilmente y el acceso a estos espacios sociales no es todavía una estructura permeable. Aún hay una gran concentración de grandes empresas en torno a un puñado de apellidos.
Es importante la autocrítica para poder introducir otros puntos de vista de personas e instituciones con mayores niveles de profesionalidad en temas de desarrollo social.
Por último, otro de los retos es que suele ser un sector muy marcado por el pragmatismo y la urgencia característica de la gestión empresarial, pero los cambios sociales no llevan el mismo ritmo y velocidad que las empresas. Los procesos sociales suelen necesitar de una reflexión más profunda y tiempos más prolongados, además de la participación de expertos de alto nivel de este campo disciplinar.
Será interesante seguir de cerca la evolución de la próxima generación, cuando ya no estén “cobijados” por los empresarios actuales, pues se va a dar un cambio generacional importante. Habrá que explorar la capacidad de estas nuevas élites de responder con el mismo sentido de compromiso social que tuvieron sus antecesores ante las nuevas problemáticas sociales fruto de la globalización, los grandes flujos migratorios, la inestabilidad política, los altos niveles de discriminación y exclusión, los crecientes contextos de violencia y el aumento de las desigualdades. Los nuevos tiempos necesitarán de un nuevo perfil de empresariado con nuevas formas de proyección social y política.
Artículo originalmente publicado en la Revista LEGADO, edición abril 2025
Sobre el autor:
Javier García es Consultor y experto en Filantropía.
jjgjusticia@gmail.com
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