El mundo de la consultoría empresarial, y en particular el de la empresa familiar, ha conformado un sin número de personajes curiosos. Uno de ellos es el que maneja el arte del vacío y el alucine; conocí a este personaje en un hotel de Polanco en la Ciudad de México. Llegué a la cita programada y me recibió su asistente vestida de traje sastre y con la soltura de quien se sabe mover en ese círculo glamuroso. Luego de quince minutos apareció Antonio Doucet, el apellido ya le ayudaba en su tarea y el retraso le permitía hacer su entrada triunfal. “Tú eres el que va levantar el proyecto” —me dijo efusivamente—. Su primera frase ya mostraba el alucine: seducir o fantasear, para que se tome una cosa por otra. Luego dijo: “Te voy a mostrar lo que yo he hecho a lo largo de mi vida, he atendido a cientos de familias empresarias en el mundo, gracias a mis contactos”.
Su segunda frase me trasladó a Lombardía, a la casa de campo de Andreas en Bérgamo, en la que luego de comer una sabrosa pizza casera que él mismo preparó, ya en la sobremesa mi colega me advirtió sobre Antonio Doucet: “Es un gran vendedor, hace unos montajes increíbles, pero el contenido se le acaba pronto”. Lo de vacío paradójicamente apareció: falta de contenido físico o mental.
Luego de algunos meses, Antonio Doucet me llamó para decirme: “Me siento muy incómodo, mis pagos nunca salen a tiempo y no quisiera tener que delegar las actividades que quedan del proyecto y dejar colgada a la familia”. Más que percibirlo amenazante me sentí ofuscado, otro sinónimo del alucine. De inmediato consulté el contrato contraído y empecé a alucinar por la “millonada” que se le pagaba al consultor y, aunque no era mi dinero, me sentí vacío.
Pensé que era totalmente ofensivo el cobrar tal cantidad y, peor aún, que alguien estuviera dispuesto a pagarlo. Unas semanas después, Antonio Doucet se comunicó conmigo para decirme que todo estaba arreglado. “La clave —me dijo— es siempre quedar bien con el líder familiar y satisfacer sus deseos, con los demás miembros hay que aprender a manejarlos”, remató con una voz alegre.
Mi afán empático me llevó a desentrañar su fórmula de negocio. Solo se puede entender algo así a través de la formulación de un axioma: proposición tan clara y evidente que se admite sin demostración. El axioma sería: “Por cada tanto de vacío, quintuplique el alucine y obtendrá la aprobación del proyecto a un gran sobreprecio”.
Hago esta narración para ejemplificar la forma en que algunos consultores en empresa familiar suelen trabajar, y no son un ejemplo de la integridad que se debe cuidar en un ámbito tan complejo y emocional como el de las familias empresarias.
He aquí algunas ideas de lo que un consultor en este campo podría cuidar para mantener un actuar ético:
- El cliente es la familia empresaria, no el líder de la misma o el que lo contrató. El buen consultor es imparcial con respecto a todos los miembros familiares. No debe facilitar el proyecto o las ideas del líder familiar o alguno de sus miembros que busque su propio beneficio en detrimento de los demás miembros familiares.
- No imponga su punto de vista o su decisión, se debe respetar a las personas y la cultura familiar empresarial. Como consultor, su principal tarea es acompañar para que los miembros familiares lleguen a acuerdos, se entiendan y alcancen su propósito como familia empresaria. Debe respetar las creencias, diversidad, formas de pensar y las formas de trabajo, no busque imponer las propias.
- Base su metodología e información en contenido riguroso y de investigación. Las metodologías, esquemas y teorías que ayuden a la familia empresaria deben estar basadas en conocimiento probado que le permita hacer mejor su tarea. Así como el médico basa su práctica en la biología, la química, la neurología, etc., usted debe basar su práctica en las ciencias de la administración, la psicología, la economía, entre otras.
- Sea humilde y reconozca cuando ya no puede aportar a la familia empresaria. Las familias empresarias suelen crear un vínculo estrecho con el consultor, los procesos en este campo además son largos, pero no debe buscar “eternizarse” con la familia empresaria. Debe reconocer cuando ya no puede aportar y dar paso a otros consultores.
- Guarde confidencialidad extrema de las familias empresarias a las que ha apoyado. No divulgue información sensible de la familia empresaria, sin permiso explícito de la misma, en diversos foros para decir que es usted un buen consultor o ganar más clientes.
Si usted es parte de una familia empresaria, evalúe al consultor en todos estos aspectos y elija el que genere mayor confianza en todos los miembros familiares.
Artículo publicado en la revista LEGADO, edición abril 2023