Ante los desafíos globales y falta de financiamiento, la filantropía representa la forma más pura de inversión con propósito: busca generar impacto positivo, guiada por la lógica del cuidado.
¿Cómo se posiciona México en este panorama?
Cuando escuchamos la palabra filantropía es muy probable que pensemos en donaciones económicas, o en la figura de una fundación. Pero la filantropía es mucho más que eso. De acuerdo con expertos en el tema, como Lester Salamon (1992) y Jon Van Til (1990), la filantropía puede entenderse como la acción de conceder —de manera voluntaria— recursos privados valiosos, que más allá de dinero pueden incluir otros bienes o incluso tiempo, con el fin de beneficiar al público. Dichas acciones pueden ser emprendidas tanto por individuos, como por empresas o fundaciones (Barman, 2017) y constituyen una palanca relevante para el desarrollo de la sociedad.
Pero, ¿por qué necesitamos de la filantropía si ya existen otras iniciativas como las de Responsabilidad Social Corporativa o de Sostenibilidad? Si pensamos en la inversión de recursos privados como un continuo, como lo plantea Sonen Capital (s.f.), podemos ver que los recursos entregados por medio de la filantropía tienen como único objetivo el impacto positivo en los problemas que la sociedad enfrenta, mientras que otros tipos de inversión buscan, en mayor o menor medida, un retorno sobre los bienes cedidos. De esta forma, en la acción filantrópica la lógica predominante es del cuidado y el deseo de ayudar a los demás.
Adicionalmente, la magnitud de los problemas sociales y medioambientales que prevalecen en la actualidad, no solo demanda la intervención de múltiples actores, sino también financiamiento. Sabemos que menos del 20% de los Objetivos de Desarrollo Sostenible se encuentran en la ruta hacia su consecución, y en este sentido, el Grupo de Trabajo Interinstitucional del Secretario General de las Naciones Unidas sobre la Financiación para el Desarrollo (2024) señala que el nivel de inversión que se necesita para retomar el rumbo de la Agenda 2030 asciende a trillones de dólares cada año. Esto, aunado al limitado acceso a financiamiento que experimentan particularmente los países menos desarrollados, convierte a los recursos provenientes de la filantropía en pieza fundamental para el progreso.
Con la claridad de qué significa la filantropía y por qué resulta esencial, ¿cómo se ubica México en términos de este sector esencial? Aunque hay una ligera mejora en el porcentaje de las personas que han entregado su tiempo y han ayudado a otros fuera de su círculo cercano, México cayó 67 posiciones en el ranking global de generosidad elaborado por la Charities Aid Foundation (CAF), pasando del lugar 37 obtenido en el reporte del 2023 al 104 en la edición más reciente publicada en el 2024. En contraste, países de la región latinoamericana, como Costa Rica, Honduras y Paraguay, superaron a México en dicho listado.
Otros indicadores del estado de la filantropía son la proporción de personas que han realizado algún tipo de donativo y el número de organizaciones autorizadas para emitir recibos por las donaciones obtenidas. Datos de una encuesta aplicada por el Centro de Investigación y Estudios sobre Sociedad Civil en 2021 mostraron que 2 de cada 10 mexicanos hicieron alguna donación de dinero (Butcher, 2022), cifra todavía baja comparado con 9 de cada 10 en Singapur, de acuerdo con el estudio de CAF. En cuanto al número de donatarias autorizadas en México, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (2025) estimó que en enero de este año sumaron 10,507, que además de representar un 4% menos que las registradas a diciembre de 2024, solamente equivale aproximadamente al 0.6% de las organizaciones de este tipo que existían en Estados Unidos en 2023 (National Philantropic Trust, s.f.).
No solamente el sector de la filantropía en el país está rezagado, en comparación con el resto del mundo, sino que se enfrenta a retos importantes como lo señalan el Centro Mexicano para la Filantropía (Cemefi), la Alianza de Fundaciones Comunitarias Mexicanas (Comunalia) y el Centro Dorothy A. Johnson para la Filantropía de la Universidad Grand Valley State en su investigación de las tendencias del área. La reducción del espacio para la participación ciudadana es uno de estos obstáculos, y regulaciones que en lugar de impulsar reducen capacidades de las organizaciones de la sociedad civil.
Aunque para alcanzar el bienestar equitativo de la sociedad se requiere de un nivel de financiamiento que implica la participación de diversos actores, incluyendo el sector público, la filantropía ocupa un espacio que otros tipos de inversiones no pueden llenar, pues se rige por una lógica centrada en el impacto y no en criterios financieros como el retorno. Por ello, es necesario generar las condiciones que impulsen al sector y permitan alcanzar mayores niveles de involucramiento de la población en la filantropía.
Artículo originalmente publicado en la Revista LEGADO, edición agosto 2025
SOBRE LA AUTORA
Christiane Molina es Profesora Investigadora del Departamento de Estrategia y Liderazgo en EGADE Business School, con especialización en planeación estratégica, cambio climático y sostenibilidad.
christiane.molina@tec.mx