Las empresas como las familias están dotadas de jerarquías. Cuántas veces no hemos escuchamos al directivo o directiva, a la madre o al padre decir: "No hay opción, lo que te pido que hagas es..."
Recuerdo una conversación que tuve con don Gerardo Lanzagorta. Estábamos en la sala de juntas de su oficina y me mostraba con orgullo los cuadros colgados de los patriarcas de dos generaciones anteriores de Lanzagortas. Luego me explicó: “Alguien debe mandar y otro obedecer, alguien debe pensar y otro hacer, si no todo sería un caos y no cumpliríamos los objetivos”. De inmediato identifiqué la lógica mecanicista de la eficiencia, el orden y el control; de ahí vendrá la utilidad de los organigramas y los árboles genealógicos.
Por la tarde, regresé a la universidad y seguía pensando si siempre debían ser las cosas como me las había dicho don Gerardo. De pronto una alumna de mi clase levantó la mano y me preguntó: "¿Cómo puedo ser creativa en la empresa familiar si mi papá no me deja?" Me llegó entonces un rayo de luz y pude ver el fondo del asunto: las estructuras jerárquicas no siempre funcionan. Dependen del tipo de objetivo que se quiera lograr.
Las familias como las empresas deben dotarse de democracia. Si el objetivo es la innovación, el aprendizaje y la libertad, hay que propiciar la lógica de la creatividad; árboles genealógicos y organigramas planos, abiertos, flexibles o invertidos. Ello requiere cambiar la forma de pensar, construir puentes de comunicación y mucha imaginación.
¿A usted en cuál lógica le gustaría vivir?