Al construir relaciones se van creando puentes de comunicación, que eventualmente permiten la generación de vínculos. Estos vínculos pueden ser en diferentes ámbitos de nuestra vida; desde que nacemos e incluso aún en el vientre de nuestra madre el vínculo se origina y con el paso del tiempo se va desarrollando. En el desarrollo de la familia, es decir, desde que son 2 seres humanos los que la conforman, y van llegando nuevos miembros, se van estableciendo códigos familiares de comunicación.
Estos códigos de comunicación constituyen parte de la “cultura familiar”. La familia entonces se vuelve responsable de propiciar los espacios de expresión que permiten que los sentimientos se manifiesten, así como que los valores se vayan desarrollando y transfiriendo. Nos expresamos y observamos las expresiones de los demás al interior de nuestra familia; vamos identificando que con lenguaje verbal y no verbal se manifiestan personalidades en ocasiones muy diferentes en la misma familia.
Existe la niña que no para de hablar, la hermana que siempre está pensativa o simplemente observando su alrededor, el hermano que siempre muestra su empatía, etcétera. Cuando trasladamos esta situación para todos familiar, a las empresas familiares, nos ayuda a entender que ante el “deseo” o “expectativa” de un padre o una madre de que su hijo o hija forme parte de la empresa, las conversaciones se convierten en el puente efectivo hacia el entendimiento y armonía en las relaciones. Es fundamental recordar que los sueños compartidos deben construirse garantizando la inclusión de cada sueño individual.