Las empresas, como las familias, están dotadas de jerarquías. Cuántas veces no hemos escuchado al directivo o directiva, a la madre o al padre decir: "No hay opción, lo que te pido que hagas es..."
Recuerdo una conversación que tuve con don Gerardo Lanzagorta. Estábamos en la sala de juntas de su oficina y me mostraba con orgullo los cuadros colgados de los patriarcas de dos generaciones anteriores de Lanzagortas.
Luego me explicó: “Alguien debe mandar y otro obedecer, alguien debe pensar y otro hacer, si no todo sería un caos y no cumpliríamos los objetivos” De inmediato identifiqué la lógica mecanicista de la eficiencia, el orden y el control. De ahí vendrá la utilidad de los organigramas y los árboles genealógicos.
Por la tarde, regresé a la universidad y seguía pensando si siempre debían ser las cosas como me las había dicho Don Gerardo. De pronto, una alumna de mi clase levantó la mano y me preguntó: "¿Cómo puedo ser creativa en la empresa familiar si mi papá no me deja?" Me llegó entonces un rayo de luz y pude ver el fondo del asunto: las estructuras jerárquicas no siempre funcionan. Dependen del tipo de objetivo que se quiera lograr.
Con esto podemos deducir que la estructura será adaptable de acuerdo a la fuerza de nuestra diferencias, es posible integrar a las nuevas generaciones con las anteriores, pero para esto es necesario crear espacios para conversar y tener diálogos profundos. A usted: ¿En cuál lógica le gustaría vivir?
Artículo adaptado por Martha Figueroa
Lee la versión completa de este artículo en la Revista LEGADO, Núm 1, agosto 2020.