En los tiempos turbulentos e inciertos que la sociedad, los Gobiernos, las empresas y las familias estamos afrontando, se ha hecho patente la necesidad de hacer cambios en la forma en que se dirigen estas entidades para primero sobrevivir a estos tiempos, y luego crear valor sostenidamente en el tiempo, que sin duda es el objetivo más importante.
Seamos honestos: sabemos a ciencia cierta que la incertidumbre ha llegado para quedarse, lo cual obliga a todos quienes están en posiciones de liderazgo y poder, a encontrar una nueva forma de ejercer esa influencia. Ya no es posible seguir actuando bajo los cánones tradicionales que han imperado en los últimos cincuenta años.
No cabe duda que el reto es enorme y por ello, la tarea de reflexionar, evaluar y construir un nuevo modelo de dirección y colaboración, necesariamente implica un gran esfuerzo, pero por sobre todo, la humildad para reconocer que debemos trabajar de una forma diferente.
Los desafíos actuales exigen competencias y habilidades diferentes, muchas de las cuales las encontramos en ese otro 50% de la población que tradicionalmente no ha ejercido cargos de poder.
Se ha repetido en innumerables ocasiones que hoy necesitamos miradas diferentes, espacios de escucha y conversación, donde puedan emerger opiniones sin temor a ser descalificadas, y sobre todo, el espíritu y la profunda convicción de que solo el trabajo colaborativo nos permitirá abordar un desafío que excede nuestras capacidades individuales. Estas palabras son un aliciente extraordinario para las familias empresarias, acostumbradas a afrontar dificultades y que cuentan con recursos de diversa naturaleza para hacer realidad una nueva forma de trabajar.
Uno de esos recursos diferenciadores con que cuentan las familias empresarias es la capacidad de ejercer un sólido liderazgo orientado conscientemente a promover la formación y el desarrollo de talentos en la NextGen, el activo más valioso de la familia. Sin duda esa labor está dando frutos generosos: vemos cómo las nuevas generaciones cada vez están mejor preparadas, y por otro lado, cómo ha aumentado la participación femenina en cargos de responsabilidad en las empresas de las familias, con excelentes resultados que avalan su desempeño.
Si llevamos estas ideas al mundo de los consejos de administración, encontramos un fértil campo de trabajo, en el cual queda mucho por hacer en cuanto a participación femenina.
La tarea de los consejos se trata sucintamente de la evaluación de alternativas y en tomar decisiones de acuerdo a ese análisis. Junto con la alta administración, están llamados a determinar las opciones estratégicas corporativas y financieras, revisar y seleccionar aquellas que se van a llevar a cabo y decidir los recursos, los planes de contingencia y los medios para apoyarlas. Y por supuesto, posteriormente, hacer un control adecuado de los avances sobre esas definiciones.
Se dice fácil y corto, pero es una tarea de la mayor envergadura, en la cual vale la pena invertir los mejores recursos para que el consejo pueda cumplir de mejor manera con su labor estratégica. Para abordar los desafíos actuales sin duda es necesario promover en los consejos una forma diferente de trabajo, donde es indispensable aprender a:
Ejercer un liderazgo renovado que fomente la participación, que reconozca y valore las individualidades, la escucha activa y promueva los consensos.
Trabajar colaborativamente entre sus miembros, valorando las diferencias de opinión y donde existe el deseo de construir en conjunto, para lo cual es indispensable confiar de verdad.
Valorar la diversidad de pensamiento, que rescata enfoques y puntos de vista diferentes, producto de experiencias y trayectorias de vida únicas.
Promover una mirada más amplia sobre los diferentes grupos de interés que se vinculan con la empresa y cuáles son sus requerimientos o preocupaciones (regulador, trabajadores, consumidores, proveedores, clientes, comunidades, etc), para conectar de forma fructífera con ellos. Sabemos que hoy ya no basta con generar utilidades y asegurar dividendos a los accionistas.
Incorporar un criterio altamente profesional para la gestión del riesgo, que permita identificar y evaluar con realismo los riesgos que enfrenta el negocio, anticipando desafíos futuros, para tomar decisiones informadas y prudentes.
Todos estos aspectos están orientados finalmente a que las discusiones se enriquezcan, surjan ideas y soluciones diferentes, y de esa forma, se tomen las mejores decisiones para la empresa, sus accionistas y sus grupos de interés. Y es precisamente en esta nueva forma de trabajar donde la “mirada femenina” puede hacer un gran aporte.
Visto de esta forma, se hace patente por qué las familias empresarias deben aprovechar la oportunidad de relevar y potenciar el rol que las mujeres tienen en el gobierno y dirección de todo tipo de organizaciones, comenzado por su propio clan.
Los invito a que como familia aborden con seriedad y mirada estratégica este desafío de innovación, para que cada familia sea capaz de identificar formas concretas de avanzar en este camino. Ciertamente muchas empresas familiares están sobre el promedio en cuanto a participación femenina, siendo un ejemplo para compañías no familiares, pero aún queda mucho por hacer, sobre todo en un entorno que compite fuertemente por el talento.
¿Estamos dispuestos a liderar en la formación y participación del talento femenino, o seremos meros seguidores de quienes son capaces de anticiparse?
Artículo publicado en la revista LEGADO, edición agosto 2023
Carolina Pérez Íñigo es Gerente General del Family Office Celta Inversiones.
Tal vez te puede interesar: