Las relaciones dentro de las familias empresarias suponen un conjunto de comportamientos y factores antropológicos que construyen los vínculos y lazos que se encargan de fomentar su desarrollo.
Irremediablemente sociales, los seres humanos siempre hemos buscado formas de pertenencia e identidad que nos aseguren la supervivencia, la compañía y, sin duda, la trascendencia. La comunidad más íntima y primaria, la familia, es un nicho donde surgen como semillas las ideas, las dinámicas sociales y la construcción inicial de soluciones a nuestro vivir diario. En este entramado relacional, las personas tratamos de dar sentido a nuestro mundo y aprendemos a relacionarnos con los recursos disponibles. La palabra recurso permite imaginar todo aquello que está a nuestro alcance para funcionar y sobrellevar los retos presentes en nuestro caminar por la vida: recursos materiales, mentales, ideológicos, emocionales y espirituales forman parte de nuestro contexto y cada persona les da uso, tanto de forma inconsciente como intencional.
Los seres humanos, siendo esencialmente relacionales, estamos inevitablemente en constante interacción con el mundo que habitamos y del que somos parte. Creamos una dinámica recíproca de transformación que impacta al mundo con nuestra presencia y acciones, pero a la vez somos impactados por todo aquello que existe. Desde el punto de vista de Schieffer, M. (2011), la antropología de la tecnología es un modo de conectar y entender cómo las personas crean y hacen uso del mundo que habitan, no solamente el mundo material que consideramos hoy “tecnología”, sino los sistemas que configuran toda actividad humana, incluyendo la cultura, la comunicación, el arte, la religión y, por supuesto, el emprendimiento. A partir de esto, los invito a reflexionar conmigo sobre el emprendimiento en la familia, pero desde un punto de vista antropológico, que nos permita expandir el enfoque pragmático y económico.
En mis veinte años de trabajo cercano con familias, he descubierto que no existe familia alguna que no sea empresaria, aunque no se identifique como tal. Cada familia con la que he tenido el honor de compartir tiempo me ha mostrado la incansable búsqueda de su supervivencia y desarrollo utilizando los recursos que tiene a su alcance. Cada una encuentra modos de construir puentes con su comunidad, recibe de otros una inmensidad de recursos y aporta algunos más con su presencia y capacidad creativa que transforman el contexto en el que habitan.
La familia empresaria, generalmente admirada y considerada como ejemplo a seguir, es en cierta medida un “tabú”, considerando que en México las familias empresarias son una minoría y lo lejano que parece para muchos el emprendimiento, como si fuera una realidad destinada a unos cuantos o que se requiere de una especie de evento “místico” o de herencias inesperadas para poder aspirar a esta realidad. Por otro lado, para quienes forman parte de una familia empresaria suele ser motivo de orgullo, responsabilidad o —en ocasiones— una carga. Debido al privilegio (ganado o regalado) que es en México ser parte de una familia empresaria, este escrito lo he enfocado en lo que nos permita desmitificar la capacidad de la familia para hacer uso estratégico de sus recursos y convertirse en familia empresaria.
Dar espacio a la tecnología para ser entendida más allá de su uso pragmático nos permite reflexionar sobre la capacidad que tenemos los humanos para transformar y relacionarnos con el mundo que nos rodea. Esta bellísima capacidad que se convierte en avance tecnológico es considerada por algunos antropólogos como “actividad sagrada” (Schieffer, 2011, p.137) y creen necesario este enfoque para comprender la dinámica de relación proactiva con el mundo que habitan las personas, cocreando y transformando los sistemas de los que forman parte.
Invito a las familias empresarias, asumidas como tales, a darse el tiempo para comprender cómo se relacionan con su mundo y los significados que están detrás de su configuración actual. A las familias que no se consideran empresarias aún, las invito a observar su vivir diario y reconocer cómo —en los modos de relacionarse con el mundo que habitan— están siendo de alguna manera emprendedores con la capacidad de seguir transformando sus sistemas de vida con cada decisión que toman y con el modo en el que juegan con los recursos que tienen a su alcance. Para los consultores y estudiosos de la familia empresaria, los invito a sumar las perspectivas antropológicas en su modo de observar, para hacerlo cada vez más humano y más humanizante.
A las y los lectores interesados en explorar este tema, les recomiendo el libro “Anthropology and Entrepreneurship: The Current State of Research and Practice”.
Artículo originalmente publicado en la Revista LEGADO, edición agosto 2024.
SOBRE LA AUTORA
Desiree Carlson es terapeuta, coach existencial, consultora y autora del libro “El arte de no saber”.
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