Las siglas ESG (Environmental, Social y Governance) explican los factores que hacen sostenible a una empresa y que la retan a lograr una evaluación exitosa de cada una de estas tres categorías: a) compromiso social; b) compromiso ambiental y c) compromiso de buen gobierno.
Con el fin de ponderar la sostenibilidad empresarial, es cada vez más frecuente que los inversionistas y fundadores consideren los criterios ESG como una brújula que oriente su toma de decisiones hacia el éxito y permanencia de una empresa. Lo paradójico es que para que la empresa familiar pueda perdurar, no basta con evaluar positivamente criterios como estos o su potencial financiero.
Ha de comprenderse que, más allá del resultado de cualquier indicador financiero, lo más importante a considerar en ese empeño está relacionado con el sentir de las personas durante el desarrollo de su trabajo, esto es, sobre cómo perciben la forma en que se toman los acuerdos respecto al rumbo futuro de la empresa.
En este sentido, hay que subrayar que actualmente ya encontramos laborando en la misma empresa a cuatro generaciones: los fundadores, quizá baby boomers; la llamada Generación X; una tercera generación de millennials y están sumándose los centennials, los jóvenes nacidos a finales de los noventa y principios del 2000.
En el contexto de toma de decisiones empresarial, también hay que tener en cuenta otro referente relacionado con la acción humana y la moral: la ética. Esta es la disciplina que se encarga de reflexionar sobre el accionar humano y, en este caso, hay que enfatizar que, la forma de tomar acuerdos en las empresas debería ofrecer como resultado una vida plena y feliz para cada uno de los involucrados.
Esta peculiar situación ofrece infinidad de retos a superar, así como grandes oportunidades para aprovechar: quienes aprenden a gestionar las peculiaridades que motivan, entusiasman, movilizan y retan a los miembros de cada generación en el ámbito familiar-empresarial, logran garantizar un buen potencial y la futura sucesión, en un ambiente laboral-familiar armónico y productivo.
Dicho lo anterior, inmediatamente se abren las preguntas: ¿Cómo gestionar el talento de la diversidad generacional? ¿Cómo lograr la conciliación de los anhelos de cuatro generaciones tan heterogéneas hacia un mismo rumbo? ¿Cómo armonizar cuatro estilos de trabajo, cuatro formas de comunicación, cuatro formas de ser y de vivir en ocasiones tan contrarias, en una misma mirada ética?
Xabier Etxeberria (1997), al hablar de diferencias en el ámbito de lo moral, no solo nos pone de cara al hecho de la pluralidad de morales, sino también enfatiza su “problemático enmarque en una ética de principios compartidos”.
El concepto de justicia es universal y apela al bien común; no da cabida a lo particular como único criterio de acción, por lo tanto, lo que hace feliz a una persona o un pequeño grupo de personas, no puede contemplarse como algo que necesariamente hace feliz a todos los demás integrantes de un grupo. A partir de estas concepciones podemos concebir dos propuestas éticas: la ética de máximos y la ética de mínimos.
La ética de máximos es la cara de la propuesta que enfatiza y reconoce lo particular, lo que le pertenece a una persona y que seguramente comparte como bueno y fuente de felicidad y florecimiento con otros miembros de su generación.
Por el contrario, la otra parte del planteamiento es lo universal, es decir, la llamada ética de mínimos se refiere al terreno de lo que tiene que ser compartido —en este caso— por todos los miembros de la familia que trabajan en la empresa. Si quieren lograr avanzar, a pesar de sus preferencias individuales o generacionales, se ha de contemplar el sesionar y decidir desde una ética de mínimos, dejando atrás lo que como generación o ética de máximos contemplamos como el criterio en la toma de decisiones.
Las éticas de máximos hacen referencia a los diversos sistemas morales que dan sentido en la vivencia de las personas que existen en una de las generaciones que conviven en una empresa familiar. No pueden imponerse, solo proponerse a través de argumentos racionales y testimonios vitales.
Por su parte, esta ética de mínimos es el mínimo moral común que está al centro de las éticas de máximos, resultado de la maduración progresiva de la conciencia social; referencia básica para las normas en instituciones comunes y expresada especialmente en la toma de acuerdos comunes. Puede verse como el núcleo compartido o espacio de intersección entre las distintas generaciones.
Formar parte de una familia empresaria pone en evidencia la presencia de esa ética de máximos, es decir, la convivencia de generaciones muy diversas; cuyos valores, creencias, formas de trabajo y estilos de comunicación son profundamente contrastantes.
En definitiva, si sus miembros no se esmeran por encontrar ese espacio para la común armonía, la sola observancia de criterios ESG o indicadores financieros y económicos, no podrá salvar la empresa familiar de un proceso de sucesión y un futuro mal logrado.
Referencia:
Etxeberria, X. (1997). Ética de la diferencia. Bilbao: Universidad de Deusto.
Artículo originalmente publicado en la Revista LEGADO, edición diciembre 2023.
SOBRE LA AUTORA
María Auxiliadora Herrera es Profesora de la Escuela de Negocios del Tecnológico de Monterrey.
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