“(...) porque has de saber, Sancho, si no lo sabes, que dos cosas solas incitan a amar más que otras, que son la mucha hermosura y la buena fama (...)” Miguel de Cervantes
Durante el Foro de Davos en su edición 2023, Satya Nadella, presidente y CEO de Microsoft Corp., compartió algunas de sus opiniones sobre los líderes y sus estilos de liderazgo. Con atinada precisión, mencionó que es necesario que las personas que lideran las empresas tengan alma, cerebro, corazón y músculo; alma para lograr establecer un propósito, cerebro para ser inteligentes y reflexivos; corazón para ser una persona con pasión y músculo para ser una persona con capacidad de ejecución. La pasión por el trabajo es consecuencia de un propósito y un sentido de vida, nace del corazón y no se puede fabricar o exigir, simplemente va germinando y se conserva.
Hablar de trascendencia para la familia empresaria requiere de transformación, para lo que es necesario ejercer con inteligencia un liderazgo que vele por la estabilidad de las operaciones empresariales, no solo en la toma de decisiones oportuna, sino para desarrollar la capacidad de prepararse para posibles tempestades, para mantenerse a flote en una economía cada vez más competitiva.
Hay que dar un paso adicional para lograr concebir a la empresa familiar como una organización humana donde se entrelazan dos universos -el familiar y el organizacional- que tienen un espacio y una realidad moral propia e irrepetible: “el análisis de estos dos subsistemas que se entrelazan entre sí es necesario para ampliar estrategias de negocio y competitividad, así como para comprender mejor cómo la dinámica familiar ejerce gran influencia en la gestión empresarial” Herrera (2015).
Por consiguiente, se vuelve indispensable el ejercicio de la voluntad para atender y comprender —intencionalmente— al ejercicio y práctica de fortalezas como la prudencia, o la honestidad y la integridad de cada persona que compone a la familia empresaria.
La práctica transversal de las virtudes, materializada como una posibilidad de formación personal y cotidiana, obviamente tendrá consecuencias en el comportamiento de las personas que integran la familia empresaria: aprender a elegir lo que es conveniente para todos sus miembros, en concordancia a un propósito común donde se respetan los intereses diferentes de cada miembro, evitando así caer en el riesgo individualista donde el interés personal pueda ganar terreno a costa incluso de la propia estabilidad familiar.
El ejercicio de las virtudes tiene que ver con las personas y con su modo de ser. Cuando la persona concibe su ser como ese alguien que tiene la capacidad de vincularse con otras personas, más allá de los objetivos empresariales, sólo entonces es que se puede configurar el esfuerzo de todos hacia un mismo objetivo empresarial o propósito organizacional y esto genera riqueza.
Construir legados que trascienden, demanda reflexiones muy serias respecto al ejercicio del liderazgo y a la práctica de la virtud como recurso estratégico; y esto se vincula al papel que juega cada miembro de la familia empresaria y cómo es su desempeño. El orientar cada decisión y cada acción hacia el bien de los demás implica aplicar el intelecto y el corazón a encontrar y elegir el bien común sobre el individual, lo que significa ir construyendo una “buena fama” o una “buena reputación” no solo corporativa, sino esencialmente personal y familiar.
Referencia:
- Herrera, M. (2015). Justicia en la sucesión de empresas familiares mexicanas. Ediciones y Gráficos Eón. https://0-elibro-net.biblioteca-ils.tec.mx/es/lc/consorcioitesm/titulos/41127
Lee el artículo en la Revista LEGADO edición abril 2023
SOBRE LA AUTORA
María Auxiliadora Herrera es Directora Asociada de Gestión y Liderazgo en Campus Monterrey.
Artículo resumido por Raquel Gaytán, LEI'25
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