Estamos viviendo épocas de grandes cambios, de constante incertidumbre, de alta volatilidad; pero como la historia lo demuestra, podemos sentarnos a lamentar por el presente que estamos viviendo, o aprovechar todo lo que sí tenemos para construir mejores futuros.
El presente es para las familias empresarias el mejor momento de su historia. Sabemos que son el principal motor de nuestra economía y por generaciones han sido pieza clave en el desarrollo de nuestra sociedad. Por ello, hoy más que nunca, debemos apostar al desarrollo de competencias de familias empresarias que buscan la transformación que favorezca la generación de valor compartido, más allá de la sola creación de riquezas a perpetuidad.
Estas competencias deberán estar encaminadas a la sana convivencia y aprovechamiento de talentos de las diferentes generaciones, a la optimización de la tecnología para nuevas plataformas de negocio, a la incorporación de mecanismos de gobierno que protejan la empresa, el patrimonio y la familia. Al final del día, deberán ser capaces de lograr el florecimiento humano, y de esta manera aportar a un legado que trasciende generaciones.