Frecuentemente escuchamos que las empresas deben cumplir con estándares en materia ambiental, social y de gobernanza, o ESG (por sus siglas en inglés). Pero ¿qué implicaciones conlleva la implementación de un programa ESG en sus grupos de interés? y ¿cómo puede convertirse en diferenciador en la práctica empresarial? Estos cuestionamientos son los que llaman la atención respecto a un fenómeno que hemos ubicado —sin temor a equivocarnos— como el futuro de la economía corporativa global.
Podríamos resumir los criterios ESG en la manera de desempeñarse comercialmente, desde un plano de respeto estricto hacia la persona y el planeta. Así de simple.
Se trata de una nueva concepción de capitalismo que, desde la empresa, se encarga de generar valor para todos los grupos de interés, por supuesto para los accionistas, pero también a los empleados y sus familias, los proveedores, la comunidad en la que opera la empresa, el Gobierno y, desde luego, el medio ambiente.
Las grandes trasnacionales tienen en la agenda de sus consejos de administración el cumplimiento permanente con estos estándares, no solamente en el país de origen en el que opera la matriz, sino en todos los países en los que mantienen una presencia por medio de empresas filiales o subsidiarias. En efecto, uno de los pilares fundamentales de resonancia del fenómeno ESG es que la empresa y sus filiales están obligadas a forzar a sus proveedores a “ponerse en forma” en materia de ESG, si es que desean seguir proveyendo sus bienes y servicios.
A lo anterior hay que sumar que —como regla general— los estándares en materia ESG son superiores a los estándares mínimos exigidos por las leyes sustantivas de los países en materia laboral, de sustentabilidad, de diversidad e inclusión, protección al medio ambiente incluyendo cambio climático y transición energética, compliance, gobernanza corporativa y trabajo comunitario, entre otros.
En pocas palabras, estamos en presencia de un fenómeno que convoca desde la empresa a hacer negocios en el mundo corporativo de forma responsable, con independencia de agendas políticas regionales o de corto plazo.
Los criterios ESG involucran conductas que los inversionistas buscan para generar un portafolio que demuestre un compromiso claro con el medio ambiente, la sociedad y la administración responsable de sus activos, lo que necesariamente obliga a reconceptualizar el papel que cada miembro dentro de las organizaciones tiene y las responsabilidades que conlleva su actuación.
En la actualidad este catálogo de cumplimiento se constituye como un elemento diferenciador que permite a la empresa cumplir con requerimientos corporativos del grupo al que pertenece y subsistir en un entorno cada vez más exigente.
El cambio debe ser gradual y progresivo e idealmente originarse en el seno del consejo de administración de la empresa y permear a toda la organización como un cambio cultural profundo y de largo plazo. Es una labor de todos, todo el tiempo.
Esta diferenciación que eventualmente determinará la subsistencia misma de la empresa conlleva —como se ha mencionado— la creación de valor en beneficio de la empresa y sus grupos de interés, y por lo mismo una clara ventaja competitiva. Los impactos suelen ser aparentes desde etapas muy tempranas del proceso y pasan por mejor ambiente laboral, mayores oportunidades de posicionamiento en el mercado y reputacional, retención y atracción de talento, posicionamiento de marca, atracción de nuevos clientes y generación de valor financiero en el mediano y largo plazos.
En resumen, es una nueva manera de interactuar dentro y fuera de la empresa que transpira responsabilidad, trabajo colaborativo, compromiso social, ambiental y corporativo.
Las inversiones en materia de ESG se han incrementado de manera significativa, por ejemplo, en México —según reportes del Consejo Mexicano de Finanzas Sostenibles— el monto emitido en 2022 en relación con bonos creció el 27% con respecto al año anterior sumando un total de $237,166 MDP con 40 emisiones; destacando los bonos emitidos por el Gobierno federal (38%), seguido por las emisiones de la banca de desarrollo (37%).
La emisión de bonos soberanos sustentables alcanzó un total de $100,368 MDP que representa el 40.9% del total emitido. Los bonos sustentables por su parte ocupan el segundo lugar de emisiones con el 36% del total. Aunado a ello, la SHCP recientemente anunció la estrategia de movilización de Financiamiento Sostenible, cuyo objeto es transformar el sistema financiero mexicano hacia uno más sostenible, movilizando recursos por hasta 15 billones de pesos entre 2023 y 2030, lo que equivale a 46% del PIB de 2023.
Dado lo anterior, en nuestra opinión es este el futuro de la economía corporativa global. Bien haremos en subirnos a la ola ESG y contribuir —cada uno desde nuestra “trinchera”— a un mejor planeta para las siguientes generaciones.
- Norma Álvarez, es Asociada Senior en materia de Energía y ESG.
- Juan Carlos Machorro, es Socio Líder de la Práctica Transaccional de Santamarina y Steta, S.C.
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