Estimados lectores y lectoras, lo que se presenta en esta breve publicación es una realidad que se vive en nuestro país y en otros países de Latinoamérica, donde si bien la participación de la mujer ha incrementado gradualmente, no ha crecido lo suficiente como para afirmar que vivimos en un país con igualdad, donde la mujer tiene la apertura suficiente para la toma de decisiones. Según el Banco Mundial, en el 2019, año previo al periodo de la pandemia derivada del COVID-19, la participación laboral de las mujeres en México era del 45% contra de un 77% para los hombres. En definitiva, hay camino que avanzar para seguir involucrando a la mujer en el tejido empresarial y en la toma de decisiones familiar.
Al escuchar “responsabilidad social”, generalmente pensamos en el compromiso ético que tiene el ser humano como miembro de una sociedad para procurar voluntariamente el futuro de nuestro entorno y provocar cambios positivos en un mundo de movimiento constante. Más aún, tenemos claro que en el contexto empresarial nos referimos no solo a la forma de gestionar y dirigir, sino a la creación de planes sustentables en aspectos económicos, sociales o ambientales, pero ¿qué postura como familias o empresas hemos tomado con respecto al empoderamiento de la mujer a futuro? Para diseñar estrategias de responsabilidad social y así otorgarle a la mujer voz y voto, es necesario tener voluntad y adoptar mecanismos con resultados palpables y documentados, analizar las buenas prácticas que han dado vida al sistema familiar a lo largo de las generaciones y cómo podemos reinterpretar ciertos postulados que no hemos tenido oportunidad de escudriñar; considerando que la mayoría de las fórmulas de éxito en la familia empresaria tienen la correcta mezcla entre tradición e innovación única de cada familia. Estos resultados pueden ser el inicio de un gran legado con enfoque en la visión de la mujer y lo más importante, que debe de ser reconocido de generación en generación.
Ahora bien, ¿qué podemos hacer para provocar el empoderamiento de la mujer hacia dentro de nuestros sistemas? Inspirándonos en los principios sobre los que sustenta la Organización de las Naciones Unidas el empoderamiento de la mujer, me permito darte las siguientes reflexiones.
El mejor aprendizaje es el que nace del ejemplo. Ya sea con los líderes de la familia o con los altos directivos de la empresa, debemos buscar activamente que las mujeres proyecten responsabilidades y opiniones de impacto. De esta manera el círculo virtuoso de promover la equidad de género permanecerá vertical y horizontalmente en el sistema empresa-familia. En esta misma línea, reforzar y adueñarse del valor de la equidad le da una perspectiva distinta a los derechos humanos y a los principios de no discriminación.
Es importante recalcar que ciertos temas como la salud, la seguridad y el bienestar significan distintas cosas tanto para mujeres como para hombres. A futuro, debemos procurar que prestaciones, concesiones, favores, obsequios, activos, reuniones, patrimonio obedezcan a necesidades derivadas de cada género.
La educación que reciben las nuevas generaciones de mujeres es un parteaguas en nuestra inversión a la responsabilidad social. Promover la educación formal e informal de las mujeres no solo garantiza sucesoras fuertes y críticas, sino que también prepara el camino para llevar a cabo prácticas de desarrollo empresarial, cadena de suministro y mercadotecnia a favor del empoderamiento de las mujeres. También, por supuesto, eleva la riqueza de la discusión en consejos de familia y de administración para tomar mejores decisiones, incluyendo todas las perspectivas posibles y haciendo énfasis en una de las características más importantes al formar dichos espacios, la diversidad.
Te invito a reflexionar sobre el impacto que una empresa socialmente responsable, en cuanto al empoderamiento de la mujer, tendría al transmitir un poco de sus buenas prácticas para que las niñas de hoy sean las futuras empresarias.
Claro está que se estaría cumpliendo con los valores cívicos de respeto, compromiso, profesionalismo, responsabilidad y equidad, pero en el fondo estaríamos construyendo un legado social invaluable, apoyando a través de una “donación” a futuro, para cambiar una realidad, generando no solo capital, sino historias que trascienden y potencializan el talento de futuras generaciones.
¿Por qué he vinculado la responsabilidad social con el empoderamiento de la mujer?, te estarás preguntando. Podría continuar con argumentos sobre el impacto de la diversidad en las empresas, o convencerte del peso antropológico de velar por los derechos humanos y la equidad, pero ¿qué importancia tiene procurar la educación y desarrollo de la mujer con la misma fuerza con la que se celan los demás objetivos de la responsabilidad social y sustentabilidad? Porque el futuro de la familia empresaria está en manos de las mujeres. Punto.
Para concluir, el empoderamiento de la mujer en cualquier ambiente, principalmente en el empresarial, inicia desde la educación; reconocer las diferentes perspectivas de género, que permitan generar espacios de confianza y garanticen una comunicación transparente que dé paso a la inclusión de todos y todas.
Bertha Quezada es Abogada y Directora de Profesional en Tecmilenio, Campus Guadalupe.
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